Zaviacic, M.,
Zaviacic, T., Ablin, R.J., Breza, J., Holoman, J. 2000.Sexologies. Vol.,
No.41
Resumen
Regnier de Graaf, un fisiólogo e
histólogo Holandés, fue el primero en describir la próstata femenina y en usar
este término, así como también el primero en intentar explicar la función de
este órgano femenino. La descripción del
Ginecólogo Escocés Alexander J.C. Skene se convirtió en el tema de un
considerable debate, aumentando la falta de interés e importancia hacia la
próstata femenina a pesar de los elegantes estudios del Ginecólogo Americano
Huffman. Al inicio del siglo XX, la próstata femenina era referida como los
ductos parauretrales y glándulas de Skene, un órgano vestigial,
rudimentario e insignificante, sin ninguna importancia en la vida de la mujer.
La producción del Antígeno Prostático Específico y Fosfatasa Ácida Prostática en las glándulas parauretrales
y ductos de Skene, y los parámetros estructurales y funcionales, así como las
enfermedades similares a aquellas de la próstata masculina han proporcionado
evidencia convincente para aceptar la existencia de la próstata en la mujer. El
Comité Federativo Internacional sobre Terminología Anatómica (CFITA), en la Reunión del 2001, en
Orlando, FL, USA, ha acordado mencionar el término próstata femenina (próstata
femenina) en su nueva edición de Terminología
Histológica. Esta decisión prohíbe el uso posterior de los términos de
glándulas parauretrales y ductos, o el de glándulas de Skene para designar a la
próstata en la mujer. La investigación contemporánea presenta a la próstata
femenina como un órgano con parámetros inferiores (peso, tamaño y productividad funcional) si se le compara
con la próstata masculina. Su peso promedio es de 5.2 gr., representando 1/5 parte del peso de una próstata masculina
del adulto. La próstata femenina está situada en la pared de la uretra lo que
limita su tamaño y peso. A pesar de su menor tamaño, su equipo celular desempeña una función exócrina (producción de
fluido prostático femenino) y neuroendócrina. Al igual que en la próstata
masculina, la próstata femenina está formada por glándulas, ductos y células de
músculo liso (tejido músculo-fibroso).
La estructura, incluyendo la ultraestructura de células secretorias
(luminales), basales (de reserva) y células intermedias de las glándulas
prostáticas femeninas, corresponde a la estructura de las mismas células en las
glándulas de la próstata en un hombre adulto.
La producción de antígenos altamente específicos de la próstata
masculina, como son el Antígeno Prostático Específico y la Fosfatasa Acida
Prostática Específica, en este órgano femenino implica la necesidad de usar el
término inequívoco de “próstata” también
en la mujer. Esto excluye el epónimo de “glándulas de Skene”, o la descripción
histológica del término “glándulas parauretrales y ductos”, aún usado
incorrectamente en la actualidad por algunos para identificar a la próstata
femenina. La decisión terminológica del CFITA
al introducir el término “prostata feminina”, toma en consideración los
nuevos datos en la investigación de la próstata femenina.
Historia
En 1672, Regnier
de Graaf presentó la primera descripción de la próstata femenina y fue también
el primero en usar este término (De Graaf, 1672). En su “Nuevo tratado concerniente a los órganos generativos de la mujer”...este fisiólogo e histólogo holandés,
describió un año antes de su muerte la estructura de la próstata femenina de
una forma sorprendentemente exacta para su época, señalando que estaba formada
por glándulas y ductos alrededor de la uretra. También fue el primero en
intentar explicar su función al escribir: “la función de la próstata (corpus
glandulosum) es generar un jugo pituito-seroso que hace a la mujer más
libidinosa y lubrica sus partes sexuales durante el coito (Jocelyn et al. 1972)”.
Aunque la idea de De Graaf sobre la homología de las glándulas parauretrales y
sus ductos con la próstata masculina fue producto de su intuición, el
descubridor de la próstata femenina ha sido él sin lugar a dudas.
El Ginecólogo
escocés Alexander J.C. Skene (1838-1900) desempeñó un rol bastante
controversial en la investigación de la próstata femenina. Su idea, publicada
200 años después del trabajo de De Graaf, dónde identificaba a la próstata
femenina como dos ductos parauretrales (dos importantes glándulas de la uretra
femenina) que se abren a los lados del orificio uretral (Skene, 1880) ejerció
un efecto inhibitorio sobre avances posteriores en la investigación de la
próstata femenina, a pesar del hecho de que Huffman expresó su desacuerdo con
algunas de las conclusiones de Skene (Huffman, 1948, 1951). Aún a la fecha, la
próstata femenina es conocida por muchos Ginecólogos y Uro-ginecólogos bajo el
nombre de glándulas de Skene. En el pasado, la próstata femenina ha interesado
a autoridades de la Biología
y la Medicina ,
tales como Astruc (1737), Virchow (1853) y varios otros, mencionados por
Huffman (1948) y después por Stifter (1988). El Profesor Rudolf Virchow
(1821-1902) la consideró como un órgano genito-urinario de la mujer por derecho
propio, al cual dio considerable
atención. Él fue el primero en describir en las glándulas de la próstata
femenina los “corpora amilacea”, los cuales se sabía que sólo estaban
presentes en la próstata masculina.
A pesar del
gran interés y actitud favorable de Rudolf Virchow hacia este campo de
investigación, no hubo un gran adelanto en la investigación de la próstata
femenina ya que en esa época las necropsias y los macro diagnósticos eran
predominantes en el estudio de la
Patología , mientras que las biopsias y los métodos
histológicos se encontraban apenas en sus etapas iniciales
de desarrollo como actividades investigativas. En ese tiempo y en tiempos
posteriores, el interés de los clínicos por la próstata femenina ha sido menor
que el de los morfólogos.
En la
actualidad presenciamos un renovado interés por parte de los urólogos y
ginecólogos respecto a la próstata femenina, asociado con una gran cantidad de
nueva información sobre el Antígeno Prostático Específico, y sus potenciales
implicaciones en la mujer. En forma similar a la próstata en el hombre, la
próstata femenina es considerada la principal productora del Antígeno Prostático
Específico en la mujer (Zaviacic y Ablin, 1998, 2000). La falta de interés
clínico se debe a que, comparada con la masculina, la próstata femenina es
menos afectada por enfermedades, y aquellas que se presentan son usualmente de
menor severidad. Hasta ahora, sin embargo, los datos clínico-patológicos
exactos sobre las enfermedades de la próstata femenina y su incidencia actual
no están disponibles.
El término
próstata femenina fue comúnmente usado hasta inicios del siglo XX. En esa época
el término se basaba principalmente en los datos embriológicos que mostraban
que las glándulas de Skene y la próstata masculina se originan a partir del
mismo primordium embriológico, el seno urogenital. Aún a la fecha,
muchos libros de texto presentan estos hallazgos embriológicos como el único
argumento a favor de la homología entre las glándulas de Skene (próstata
femenina) y la próstata masculina (Campbell, 1954; Egloff, 1972; Kurman, 1994).
Desafortunadamente, y al parecer, de manera justificada, para la mayoría de los
científicos los hallazgos embriológicos que apoyan la noción de homología entre
las 2 estructuras genitourinarias, no han sido suficientes para aceptar de manera
absoluta e inequívoca la existencia de la próstata en la mujer.
Por otra
parte, desde inicios del siglo, podemos rastrear una tendencia opuesta,
considerando a las glándulas parauretrales de Skene como un órgano femenino
insignificante, rudimentario y vestigial, el cual no desempeña ningún rol en la
vida de la mujer. El concepto vestigial de la próstata femenina se ha basado
principalmente en las diferencias macroscópicas entre el tamaño de las
glándulas prostáticas en los dos géneros. La diferencia de tamaño, que
desfavorece a la próstata femenina, le permitió a muchos inferir que sería incapaz
de funcionar, o de por lo menos tener una función comparable con la próstata
masculina. Por otro lado, la próstata femenina fue considerada clínicamente no
problemática, y eso aparentemente ha respaldado la noción del concepto
vestigial. La próstata masculina
presenta un ejemplo clásico de un órgano dependiente de andrógenos, mientras
que en el caso de la próstata femenina la pregunta de si, y en qué proporción
su funcionamiento es dependiente de hormonas, no ha sido contestada
satisfactoriamente.
A pesar de
esto, nuestro primer estudio de microscopía electrónica acerca de la
ultraestructura de la próstata femenina normal indicó que en su función, y
particularmente en sus células secretorias, los estrógenos pueden desempeñar un
rol igualmente significativo (Zaviacic et al. 2000) al que juegan los
andrógenos en la maduración y función de la próstata masculina. Para los
urólogos, endocrinólogos, ginecólogos y uro-ginecólogos, esta conjetura debería
estimular un mayor interés para el estudio de la relación entre la próstata
femenina y las hormonas sexuales, la cual ha recibido poca atención desde la
década de los 30´s (Korenchevsky, 1937).
La historia
del estudio de la próstata femenina se extiende desde la posición vestigial
hasta el concepto actual no vestigial, que se ha desarrollado desde
principios de los 80´s, y que fue abordado en nuestras publicaciones previas,
en las cuales se presentaron evidencias inequívocas sobre la posición no
vestigial de la próstata femenina. La atención de aquellos interesados en este
tópico debería dirigirse especialmente hacia la tesis del Doctorado en Ciencias
del primer autor de esta revisión y en otras publicaciones anteriores (Zaviacic,
1984; 1987; Zaviacic y Whipple, 1993; Zaviacic et al. 1983, 1985) así como en
otras más recientes (Zaviacic y Ablin 1998, 2000; Zaviacic, 1999, 2001;
Zaviacic y Whipple, 2001; Zaviacic et al. 2000). Una amplia panorámica
histórica acerca de la próstata femenina y de su función en el fenómeno de la
eyaculación femenina, junto con diferentes actitudes sobre este tema en las
diferentes culturas, incluyendo a la
India y Japón, puede ser encontrada en el trabajo de Stifter
(1988).
Las
publicaciones de Huffman (Huffman 1948, 1951) proporcionan importantes datos
concernientes específicamente a la ortología y patología de la próstata
femenina, al tiempo que también aborda los aspectos históricos. Los primeros
estudios, registrados hacia la primera mitad del siglo XX, merecen también ser
mencionados (Evatt, 1911; Johnson, 1922; Korenchevsky, 1937; Petrowa et al. 1939;
Caldwell, 1941; Folsom y O’Brien, 1943; 1945; Deter et al. 1946). Ellos han
contribuido gradualmente a conformar la visión actual
sobre este órgano femenino e influenciaron las conclusiones de Huffman que han
tenido un impacto perdurable sobre la investigación de la próstata femenina.
La presente
investigación intensiva sobre la próstata femenina, la cual inició a principios
de los 80´s, ha tenido éxito al presentar a este pequeño órgano del sistema
genitourinario de la mujer como un órgano con estructura y función definida.
Aún se siguen acumulando más parámetros clínicos y morfológicos, los cuales
demuestran ser idénticos o por lo menos comparables con aquellos de la próstata
masculina.
En patología,
el foco de atención está puesto sobre el
carcinoma, la hiperplasia benigna y la inflamación de la próstata femenina. El
valor de varios marcadores prostáticos y especialmente del Antígeno Prostático
Específico (APE) en el estudio de la próstata normal y alterada patológicamente
está siendo enfatizado. Además se han actualizado los hallazgos de los aspectos
relacionados con lo clínico, sexológico, forense-sexológico, gineco-urológico,
cronobiológico y médico-forense.
La intensiva
investigación y actividades de publicación en las últimas dos décadas han
influido nuestra opinión acerca de este
órgano, documentada por diferentes enfoques de los mismos autores y expresados
en publicaciones que aparecieron dentro de un periodo relativamente corto de
tiempo (Wernert y col., 1992, Sesterhenn et al. 1998).
Estamos
confiados de que tales cambios en la opinión ocurrieron también debido a la
considerable influencia de nuestros numerosos estudios sobre la próstata
femenina publicados durante los últimos 20 años, tanto como nuestras recientes
contribuciones publicadas junto con el Dr. R.J. Ablin, PhD, descubridor del
Antígeno Prostático Específico (Zaviacic, 1997; Zaviacic y et al. 1994). Estas
contribuciones aparecieron en la Correspondencia del Journal of the National
Cancer Institute (Zaviacic y Ablin, 1998), en Cartas al Editor del Journal
of Urology (Zaviacic y Ablin, 1998), en la Revisión como invitado en
The Jounal of Histology and Histopathology (Zaviacic y Ablin, 2000).
Macroanatomía,
morfología funcional e implicaciones sexológicas de la próstata femenina
Mientras que
la próstata masculina rodea a la uretra, la próstata femenina (figura 1) se
distribuye sobre la pared de la uretra (Huffman, 1948; Zaviacic y col., 1983,
2000; Wernert y col., 1992). Esta es la principal diferencia macroscópica entre
las glándulas prostáticas masculina y femenina. El grosor de la pared y la
longitud de la uretra femenina limitan el tamaño de la próstata, que es más
pequeña que en el hombre debido a estas razones. No obstante, y a pesar del menor
espacio disponible para la próstata femenina, esta posee todos los componentes
estructurales característicos de la próstata masculina (Zaviacic, 1987, 1999).
Figura 1. La próstata
femenina en la pared de la uretra femenina (U). La relación se muestra entre la
uretra femenina con el tejido prostático, el septo uretro-vaginal (UVS) y el
canal vaginal (V).
El peso promedio de la próstata en la mujer
adulta es de 5.2 g
y su tamaño es de 3.3 cm
de longitud, por 1.9 cm
de ancho, por 1.0 cm
de altura (Zaviacic y col., 2000). Si consideramos el tipo meatal, como el más
frecuente tipo de próstata femenina que se encuentra en aproximadamente el 70%
de las mujeres adultas, y que presenta la mayor cantidad de tejido prostático
en la parte distal de la uretra femenina (Figura 2), entonces el peso de la
próstata variaría dentro del rango de 2.6 a 5.2 gr. (Zaviacic y col., 2000; Zaviacic,
1999) y representa apenas 1/5 parte del peso promedio (23.7 gr.) de la próstata
masculina del adulto (Thackray, 1978; Williams y Warwick, 1980; Petersen, 1994).
La próstata
femenina posee histológicamente las mismas estructuras que la próstata del
hombre, por ejemplo, sus glándulas, ductos, y músculo liso. Los ductos son más
numerosos que las glándulas y también exceden el número de ductos que posee la
próstata masculina. La musculatura lisa (tejido musculofibroso) es también más
abundante en la próstata femenina comparada con la masculina (Zaviacic, 1987,
1999; Zaviacic y col. 2000). Los ductos prostáticos (parauretrales) no se abren
hacia la vulva a los lados del meato de la uretra femenina, ellos más bien
penetran hacia el lumen de la uretra a lo largo de toda su longitud (Huffman,
1948; Zaviacic et al. 1999; Zaviacic et al .2000), y es a través de la uretra y
no a través de aberturas separadas que la próstata femenina descarga su
contenido (Zaviacic, 1999; Zaviacic et al. 2000).
De forma
similar a la masculina, la próstata femenina tiene por lo menos dos funciones
principales (Zaviacic, 1999): exócrina - producción del fluido prostático
femenino – y neuroendócrina - producción de serotonina -. La función exócrina
se aprecia debido a su particular estructura, que incluye la presencia de
células basales y secretorias con su aspecto ultraestructural característico.
Las células cilíndricas secretorias (luminales) son el tipo predominante tanto
en la glándula masculina como femenina. El citoplasma apical contiene
abundantes elementos secretorios (vacuolas secretorias y gránulos), retículo
endoplásmico rugoso, aparatos de Golgi desarrollados y numerosas mitocondrias.
Esos organelos caracterizan la actividad secretoria de las células del epitelio
de la próstata femenina que produce secreciones apócrinas (protuberancias del
citoplasma apical) y merócrinas (vacuolas secretorias y gránulos). El análisis
ultraestructural de la próstata femenina normal realizado por medio de
microscopía electrónica de transmisión confirmó que, en forma similar a como
ocurre en el hombre postpúber, las glándulas prostáticas en la mujer adulta
muestran células basales y secretorias morfológicamente maduras (Fig.3)
(Zaviacic, 1999 y referencias allí mismo; Zaviacic y col., 2000).
Como en el
hombre, también en la próstata femenina, especialmente en sus células
secretorias localizadas luminalmente, se ha determinado histoquímicamente la
presencia de Fosfatasa Acida
Prostática, usando los métodos de Serano y Gomori (Zaviacic, 1984).
La demostración
Histoquímica de la
E-600 Esterasa Sensible y la Glucosa-6 -Fosfatasa
indican actividad secretoria de las células prostáticas femeninas. Estas
enzimas están involucradas en la síntesis proteica, participando en la producción del fluido prostático femenino
(Zaviacic, 1984). Con respecto al espectro de las enzimas determinadas, el
equipo enzimático de las próstatas masculina y femenina es equiparable. Sin
embargo algunas diferencias fueron observadas en la actividad de algunas
enzimas prostáticas (como la
Naftil Esterasa , Glucosa-6-Fosfatasa, y algunas
deshidrogenasas) en mujeres en edad reproductiva, comparadas con mujeres
post-menopaúsicas, lo que potencialmente indica una capacidad de variación
funcional de la próstata en el curso de la vida de la mujer (Zaviacic et al.
1989).
El antígeno
prostático específico (APE) es actualmente el indicador más frecuentemente
usado para la identificación de tejido prostático normal y patológicamente
alterado en la mujer (Pollen y Dreillinger, 1984; Zaviacic et al. 1994;
Zaviacic, 1997, 1999; Zaviacic y Ablin, 2000). Inmunohistoquímicamente, el APE
se produce en las células secretorias altamente especializadas de la capa
apical de la próstata, así como en células uroepiteliales de otras áreas del
tracto urogenital femenino (Zaviacic, 1999). En la práctica clínica,
el APE es un indicador valioso en el diagnóstico y monitoreo de enfermedades de
la próstata femenina, particularmente del carcinoma. Además de otras
evidencias, el concepto no-vestigial de la próstata femenina está basado en la
actualidad en la demostración de antigenicidad similar entre la próstata
masculina y la femenina, como se evidencia por la reacción positiva al APE y a la Fosfatasa Acida
Prostática Específica (FAPE). La producción de un Antígeno altamente específico
de la próstata masculina por parte de las glándulas de Skene justifica por sí
mismo el uso del término próstata
femenina, actualmente aceptado por el Comité Federativo Internacional sobre
Terminología Anatómica.
Considerando
la expresión inmunohistoquímica del APE en diferentes muestras de tejidos
femeninos, es evidente que en la mujer, de manera similar a como ocurre en el
hombre, la próstata es la principal fuente del APE (Zaviacic et al. 1999,
2000). Con respecto al tejido mamario patológico y otros tejidos que se sabe
producen APE, en el paciente masculino y femenino la cantidad total de esta
sustancia en suero y orina es igual a la suma de la producción del tejido
normal y el tejido patológico extraprostático (Zaviacic et al. 2000).
Morfológicamente,
se encontró que el eyaculado femenino está constituido por componentes
celulares, mucosos y urinarios. El componente celular del eyaculado femenino
está formado por células escamosas del tipo vaginal, originándose principalmente
a partir del epitelio de la uretra femenina y los ductos prostáticos
(parauretrales) grandes (Zaviacic, 1999, 2001). En el análisis bioquímico de
las expulsiones uretrales (eyaculado femenino), se encontró que éste tenía una
concentración significativamente mayor de componentes originados en la próstata
femenina, particularmente de la fosfatasa ácida prostática y de antígeno
prostático específico, y una concentración significativamente menor de urea y
creatinina que los especímenes de orina obtenidos a partir de las mismas
mujeres (Zaviacic, 1999).
Los aspectos forenses del eyaculado femenino -que
contiene fluido prostático- y el fenómeno de la eyaculación femenina como tales
son de gran interés para dos temas: crítica al significado de la prueba de la
fosfatasa ácida como evidencia de violación en mujeres y abre la posibilidad de
estudiar los mecanismos de secreción de la próstata femenina. Ver los detalles
en el libro (Zaviacic, 1999) y en nuestros artículos recientes (Zaviacic, 2001;
Zaviacic y Whipple, 2001).
Se encontró
que la prueba de la
Fosfatasa Acida no tiene significado forense como evidencia
de violación para identificar manchas de semen que no contenían
espermatozoides, ya que la misma positividad a la Fosfatasa Acida
fue detectada en el eyaculado femenino en manchas in vitro y en manchas
originadas in vivo en la ropa íntima de las mujeres. De manera que, las
manchas que reaccionaron positivamente pueden originarse en la mujer, sin la
participación del hombre. En la actualidad, en la época de los análisis
forenses con ADN, nuestros hallazgos histoquímicos macroenzimáticos son de
importancia histórica más que forense, para proporcionar evidencia de violación
en las mujeres (Zaviacic, 1999). Por otro lado, los hallazgos histoquímicos y
macroenzimáticos de fosfatasa ácida en aquellas partes de la ropa íntima
que están en constante contacto con los genitales femeninos son indicativos de
la existencia de una secreción continua por parte de la próstata femenina
(Zaviacic, 1999, 2001). De manera similar como sucede en el hombre, la
iniciación de la secreción prostática femenina precede al inicio de la pubertad
(Zaviacic, 1999).
El mecanismo
de la eyaculación, es decir, el fenómeno biológico de las expulsiones uretrales
en la mujer, el cual, contrariamente al hombre, no está involucrado
directamente en la reproducción, constituye
un fenómeno atractivo de la sexualidad femenina, y es un modo
alternativo de evacuación de la próstata. La eyaculación es inducida con mayor
frecuencia por la estimulación de la zona erógena ubicada en la parte anterior
de la vagina, el llamado Punto G (Zaviacic et al., 1988). La
estimulación del clítoris o el masaje suprapúbico del cuello de la vejiga
urinaria son formas relativamente raras de inducir las expulsiones uretrales
(Zaviacic, 1999, 2001; Zaviacic and Whipple, 2001). La asfixia acompañada de
estrangulamiento, la sofocación y el ahorcamiento, fenómenos típicos para los
médicos forenses durante la autopsia, son factores que también desencadenan
expulsiones uretrales (eyaculaciones femeninas). El conocimiento de que el
fenómeno de la eyaculación femenina potencialmente podría también jugar un rol
motivador en el peligrosamente erotizado y a veces peligroso para la vida
comportamiento parafílico de la asfixiofilia (Koczwarism), serviría para
mejorar el diagnóstico de casos letales que frecuentemente se confunden con
suicidio en lugar de ser considerados como accidentes fatales (Zaviacic, 1999,
2001 y las referencias allí mismo).
El estudio de
la Patología
de la próstata femenina ha permanecido sin ser investigado debido a la
prolongada falta de interés en este órgano femenino por parte de los urólogos,
ginecólogos, uroginecólogos, y patólogos. Cuando se evalúa críticamente nuestro
conocimiento actual sobre la patología de la próstata femenina, se ha hecho un
considerable avance sólo en el estudio del carcinoma prostático femenino. La
identificación Inmunohistoquímica del APE y de la FAPE en células tumorales y
en metástasis, ha sido utilizada para el diagnóstico del Carcinoma prostático;
y la determinación sérica del APE ha probado su utilidad en el monitoreo de la
enfermedad (Zaviacic, 1999 y las referencias allí mismo).
El fluido de las
expulsiones uretrales (eyaculado femenino) contiene componentes prostáticos
femeninos, principalmente Antígeno Prostático Específico y Fosfatasa Acida
Prostática Específica, además de Fructuosa, lo cual claramente confirma,
especialmente, con respecto a los dos primeros parámetros, la participación de
la próstata en la producción del eyaculado femenino. Dicho eyaculado exhibe
propiedades importantes para temas específicos en urología, urología
ginecológica, cronobiología, sexología, sexología forense, medicina forense y
medicina reproductiva. Una mejor comprensión del fenómeno de la eyaculación
femenina puede conducir a la resolución de varios problemas relacionados a los
tópicos de la incontinencia urinaria femenina, los mecanismos secretorios de la
próstata femenina, la evidencia de violación en la mujer, la urocitología
hormonal exfoliativa, así como la calidad de la vida sexual femenina,
presentando a la eyaculación femenina como un fenómeno normal y atractivo de la
sexualidad femenina (Zaviacic, 1999 y las referencias allí mismo).
Pr Milan Zaviacic,
Professor and Head,
Department of Pathology,
Comenius University School of
Medicine
Sasinkova 4811 08, Bratislava
Slovak Republic (Slovakia)
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